Análisis del empleo generado por las asociaciones 77
(2011), este enfoque económico se centra en la producción y reproducción de las condiciones necesarias para el buen vivir,
superando la lógica del capital. Las cooperativas, asociaciones, y redes de ayuda mutua son formas organizativas que permiten
a los trabajadores resolver sus necesidades de manera solidaria, promoviendo un desarrollo económico y social inclusivo y
sostenible. Estas organizaciones se convierten en herramientas clave para afrontar la pobreza y la exclusión social, creando
nuevas oportunidades de empleo y mejorando la calidad de vida de sus miembros.
Es así que la EPS se caracteriza por su enfoque en el ser humano como su principal prioridad del sistema económico.
En contraste con los modelos económicos tradicionales, este sistema prioriza la cooperación, la ética y la solidaridad,
promoviendo un desarrollo sostenible y equitativo. Según Alarcón-Villamil (2015), la asociatividad, actúa como un medio de
supervivencia y crecimiento para las PYMES, permitiéndoles acceder a nuevos mercados y mejorar su competitividad.
Coraggio (2011), argumenta que las cooperativas, asociaciones, comunidades y redes de ayuda mutua representan
formas organizativas que permiten a los trabajadores resolver sus necesidades de manera solidaria, promoviendo así un
desarrollo económico, social, inclusivo y sostenible, priorizando las relaciones de solidaridad, reciprocidad y cooperación por
encima de las lógicas de mercado y capital.
También destaca que las unidades económicas populares, incluyendo cooperativas y asociaciones, operan bajo principios
de reciprocidad y solidaridad, aunque también enfrentan desafíos debido a la competencia y la hegemonía de la cultura
capitalista. Estas organizaciones buscan reproducir y mejorar la calidad de vida de sus miembros, combinando diversas
formas de trabajo, incluyendo el trabajo por cuenta propia, asalariado, asociativo y comunitario. La economía popular es
esencialmente una estrategia de supervivencia y resistencia frente a las desigualdades y exclusiones generadas por el sistema
capitalista dominante.
Sanabria y Salgado (2023) señalan que el modelo económico que prioriza la cooperación, la ética y la solidaridad
sobre el lucro individual y la competencia desmedida es la economía popular y solidaria, buscando promover un desarrollo
sostenible y equitativo. Además, facilita la inclusión social y mejora la forma de vida de las comunidades, especialmente en
zonas rurales y sectores marginados.
La economía popular y solidaria se distingue por su enfoque en el ser humano como centro y principal objetivo del
sistema económico. En contraste con los modelos económicos tradicionales, este sistema prioriza la cooperación, la ética
y la solidaridad, promoviendo un desarrollo sostenible y equitativo. Según la OIT (2023), la economía social y solidaria
incluye cooperativas, mutualidades, asociaciones, fundaciones y empresas sociales que buscan fines económicos y sociales,
fomentando la solidaridad y el bienestar común. Este enfoque ha demostrado ser fundamental para la generación de empleo y
la mejora de la calidad de vida de las comunidades, especialmente en zonas rurales y sectores marginados.
Así también, Razeto (1999) destaca que la economía popular, que surge como una estrategia de supervivencia frente a
la pobreza y la exclusión, contiene importantes elementos de solidaridad. La cultura de los grupos más desfavorecidos tiende
a ser más solidaria debido a la necesidad urgente de garantizar la subsistencia a través de la cooperación y la ayuda mutua.
En la economía popular, la solidaridad se manifiesta a través de diversas formas de asociación y cooperación, como las ferias
populares y las pequeñas unidades económicas. Estas estructuras permiten a los individuos enfrentar mejor las dificultades
económicas, promoviendo la colaboración y el apoyo mutuo.
2.2 Evolución e Impacto de la Asociatividad en la Economía
La asociatividad ha sido una constante a lo largo de la historia, desde la época primitiva hasta la era moderna. La
necesidad de asociarse para lograr objetivos comunes y medios de subsistencia ha llevado al desarrollo de diferentes modelos
sociales y económicos. Uribe (2011) y Sernay Rodríguez (2016) señalan que, durante la Revolución Francesa y la Revolución
Industrial, la cooperación y la asociación de trabajadores se promovieron como una respuesta a las injusticias y desigualdades
laborales. En el siglo XIX, Robert Owen propuso un régimen económico alternativo basado en el trabajo asociado, buscando
mejorar el nivel de vida de los participantes (Pineda, 2017, como se citó en Sanabria y Salgado, 2023).
En el siglo XVIII, surgieron otras formas de asociatividad de empresas, como las sociedades anónimas y las sociedades
limitadas, que se caracterizan por la separación entre el capital y el control, y por la limitación de las responsabilidades
de los propietarios a la cantidad de capital que se haya aportado. Estas formas de asociatividad de empresas han sido muy
influyentes en la economía moderna, y han permitido la creación y el crecimiento de muchas empresas a lo largo de la historia
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